Durante aquellos recreos de panecillo y chupa chups, los más osados hablaban de increíbles malabaristas, de hechiceros del envite y de hazañas inalcanzables que enardecian a un público optimista.Un juego desconocido deletitaba en un mundo lejano e inaccesible. Sólo los privilegiados accedían a la alquimia.
Una mañana de primavera crepuscular encendí el televisor. Allí apareció McHale, bañado en sudor, lanzando un tiro libre... (Continuará...)
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