lunes, 23 de enero de 2012

OPINIONES DE UN PAYASO I. "INTERNET, LA CULTURA"

   Criticaba hace tiempo, Antonio Gala, el error de calificar a las personas que por infortunio o desidia carecían de formación como  incultos y no con el término más apropiado de desinformados. Definía el escritor andaluz, la cultura, como los conocimientos que permiten realizar juicios críticos y no como el mero recordatorio de datos a lo largo del tiempo.
   Lo cierto es que, tradicionalmente, los requisitos que cualquier creación necesitaba para entrar en el grupo de la cultura han sido muy elevados, casi inalcanzables. Solo Mozart, Cervantes o Shakespeare, entre otros eran dignos de pertenecer al club de los mejores.
   Por contra el milagroso progreso tecnológico de los últimos años, con todas sus bondades, nos ha llevado también en estos tiempos de trepidantes cambios y, en ocasiones, mediocres conquistas, a la ampliación, parece que sin límites, de la palabra cultura y su banalizacón como consecuencia lógica.  Verdaderamente hemos relativizado ese concepto en el que caben, ahora, desde las obras de Arístoteles o Beethoven hasta los tebeos Manga o la música tecno-pop, para los más osados, sin ánimo de  distinguir jerarquía alguna.
   Un ejemplo evidente se observa en la guerra desatada en esa caja de inquietudes y milagros a la que bautizamos con el gélido nombre de internet. Por un lado, los defensores de la persecución a las descargas de archivos se parapetan como guardia pretoriana en el necesario blindaje a la cultura para defenderla de la devaluación que le supondría una circulación de la misma, rápida y gratuita. En realidad y  en la mayoría de ocasiones, no son más que defensores acérrimos de un producto tan rápido como vacío y de evidente interés económico.
    Por su parte los quijotescos defensores del intercambio de archivos argumentan la universalidad de una cultura sin dueños y el derecho a una circulación libre y sin  precio de la misma, escondiendo, quizá la dulce sensación de burlar el sacrificio económico y cubriendo lo que, en realidad es ocio con el manto de la cultura. Profundizando aún más, encontramos las conductas más estrambóticas merecedoras de los más enconados análisis sociológicos o psiquiátricos, aquellos quienes presumen de tenerlo "todo de todo" sin coste y con el medio de descarga más exótico posible, creyéndose jeques de la cultura pero, en realidad, ignorantes de su mal de Diógenes.
  Sinceramente, me tranquiliza saber que Aristóteles y Beethoven, la cultura con mayúsculas, mientras pasa la turba, duermen a pierna suelta.

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